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Actividades Regionales

Historias de vida - Nigeria

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LOS DESAFÍOS DE MI MATERNIDAD.

Naomi Embaga

CWO, Nigeria

Original: inglés

 

El sueño de toda mujer casada es ser madre; es un sueño que siempre he tenido. Incluso en la actualidad, puedo rememorar los buenos recuerdos nostálgicos de mi infancia: llevar y abrazar a los bebés de juguete en mis brazos y bañarlos, cantarles nanas para intentar que se duerman y demás. Ese amor mostrado a un mero objeto se hizo real cuando mi madre dio a luz a mi hermana menor, tras siete años de soledad. Se convirtió en la compañera que nunca tuve y por eso sentí un desesperado deseo de protegerla. Y lo hice.

No esperaba que ser madre conllevara tantos desafíos. De hecho, empiezo a pensar que los míos parecen ser el doble de los que afrontan otras mujeres. Últimamente, he llegado a la conclusión de que tal vez Dios haya decidido darme el doble de problemas que yo misma di a mi madre.

Mi madre era una mujer hermosa y de gran constitución, una católica devota y responsable. Era el sueño de todo niño por su valor y determinación de dar siempre lo mejor a sus hijos. La vida fue al principio hermosa para nosotros cuando contábamos con el apoyo de nuestro padre, pero se fue mellando con sufrimiento y dulce resiliencia, hasta que las frías manos de la muerte se lo llevaron. Yo estaba a punto de comenzar mis estudios de secundaria y mi hermana menor estaba en la tercera clase. Los amigos y los miembros de la familia nos dijeron que, dado que nunca teníamos suficiente para comer, dejar la escuela era lo más prudente; después de todo, ¿cuántos padres desperdician sus recursos en nombre de la formación de una niña en la escuela? Mi madre nunca discutía con ellos, pero cuando todos se habían ido nos sentábamos y nos decía que sería un doble peligro para ella no ir a la escuela y no permitir que sus hijos fueran a la escuela.

La veía abanicar con los ojos enrojecidos las brasas de la hoguera para freír y vender akara; la veía vender pan bajo el calor abrasador del sol; la veía hacer muchos trabajos serviles para conseguir dinero y cumplir su sueño de mandarnos a la escuela. Una mujer que hace esto por sus hijos no se merece ningún problema, pero yo le causé algunos. Recuerdo que se quejaba con una leve sonrisa de que le causaba insomnio porque nunca quería dormir por la noche.

Pero, ¿realmente tengo yo la culpa de eso? Solo era un bebé y no sabía lo que hacía. Sí, siempre he tenido un deseo desesperado de ser madre, pero ahora que lo soy, he descubierto que la maternidad conlleva un montón de experiencias: experiencias que eran oscuras para mí, experiencias que no son para los débiles de corazón. Al principio, me sentía confiada al entrar en la maternidad. Siempre había pensado que, si podía alimentar al niño, vestirlo, mantener su vida en una rutina, enseñarle dónde están los límites y hacerlos cumplir, la vida se desarrollaría sin problemas. Pero no. Hay un montón de otras experiencias abrumadoras para las que no estaba preparada.

En primer lugar, el dicho “lo que se siembra, se cosecha” es cierto. Cuando tuve a mi primer hijo, apenas podía dormir por la noche; recuerdo que me mantenía despierta casi siempre para darle el pecho. Pensaba que eso se acabaría cuando se hiciera mayor, pero no, se agravó. “Mamá, necesito agua”, “Mamá, he tenido una pesadilla” o “Mamá, no puedo dormir”.

En segundo lugar, después de tener seis hijos, he llegado a descubrir un nuevo centro de mi universo: mis hijos, por supuesto. No es de extrañar que el sueño de toda mujer casada sea ser madre. Como madre, me he dado cuenta de que, aunque los niños estén en la adolescencia, yo sigo siendo el principal punto de contacto.

Además, mis hijos se apoderan de mi vida y me dejan poco tiempo para dedicar a mi amado marido. Es una experiencia agridulce que la satisfacción marital disminuya mientras se crían los hijos. Los dulces momentos románticos con mi marido en exquisitos restaurantes y cines se han reducido. Para empeorar las cosas, mi marido ya no me llama “cariño”, “amor” o “corazón” como antes, sino que lo ha cambiado por “mamá esto, mamá lo otro”. La verdad es que quiero tener hijos, pero aun así quiero que me vuelvan a llamar con esos nombres tan dulces. Estoy haciendo intensos esfuerzos para parecer joven y guapa. Al menos, está dando sus frutos, porque cada vez que aparezco bien arreglada y me pongo mi estupendo perfume, él se acuerda de llamarme con esos dulces nombres que tanto me gustan.

Contra todo pronóstico de la maternidad, las alegrías abundan. En esos momentos difíciles, quiero animar a todas las madres a creer y tener fe. Sin el convencimiento de que hay un plan para tu vida -incluso en los años en los que tienes que cuidar de tus hijos- sentirás que la maternidad te saca más de lo que te da a cambio. Sin duda, los desafíos de la maternidad, no importa cuanta experiencia tengas, te agotarán. La belleza en el desorden de ser madre es que te levantarás más fuerte, impactando las vidas de tu familia en formas que, cuando se miden, son mucho más valiosas que cualquier número que puedas imaginar.

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