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El gran legado del Papa Francisco a las mujeres de la UMOFC
¡Gracias por confiar en nosotras!
Con profundo dolor, pero también con un corazón lleno de gratitud, desde la Unión Mundial de Organizaciones Femeninas Católicas (UMOFC), nos unimos al mundo entero en oración por el alma del Papa Francisco, que tanto nos demostró su cariño y aprecio en todo su pontificado. Todavía recuerdo con claridad las palabras que nos dirigió en la Audiencia privada que dio a cerca de 1500 mujeres de la organización en 2023. En esa ocasión nos decía: “Y si queremos saber qué es la humanidad sin la mujer, qué es el hombre sin la mujer, lo tenemos en la primera página de la Biblia: es soledad. El hombre sin la mujer está solo. La humanidad sin la mujer está sola. Una cultura sin la mujer está sola. Donde no está la mujer, hay soledad, soledad árida que genera tristeza y toda clase de daño a la humanidad”.
Desde el inicio de su pontificado, como mujeres católicas del mundo, sentimos que caminábamos con alguien que nos escuchaba, comprendía y valoraba; con alguien que entendía la urgencia de una Iglesia viva, encarnada, fraterna, cercana a los más marginados y en la que las mujeres pudiéramos participar con plenitud, según nuestros propios dones. Un hombre profundamente evangélico, que nos enseñó que el cambio comienza por procesos humildes, por gestos concretos, por decisiones valientes.
¡Hay tantas cosas que decir!
Francisco nos enseñó a caminar con alegría y sencillez, a cuidar a los más vulnerables y a ser un Iglesia misionera en salida. Profeta de la esperanza, promovió una “pastoral de puertas abiertas” para acercarnos a todos, sin excepción, a la misericordia del Padre. Trabajó, sin descanso, por la paz del mundo, la fraternidad y el cuidado de la casa común. Abogó por el cuidado y la protección de las familias y, por supuesto, de la vida humana. Su cercanía, su ternura, su sonrisa fueron señales del Reino en medio de un mundo con frecuencia revuelto.
Siempre coherente y abierto al cambio, encabezó la reforma de la Iglesia y trajo un aire nuevo de esperanza dentro y fuera de ella. Su pontificado abrió puertas que nos han ayudado a discernir lo que la Iglesia necesita hacer para responder a las necesidades y desafíos de hoy, y cómo las mujeres podemos colaborar, con nuestros dones, carismas y ministerios, para participar plena y corresponsablemente, junto con los demás miembros del Pueblo de Dios, en la misión de acercar el amor de Dios a todos, especialmente a los más necesitados.
Una Iglesia sinodal, inclusiva y misionera
En efecto, Francisco abrió las puertas hacia una Iglesia sinodal, más inclusiva, más en salida. Nos recordó que todas y todos tenemos que tomar un papel activo en nuestra Iglesia, y que todos somos responsables. Nos hizo comprender que no bastan reformas externas, sino que la verdadera conversión es pastoral, espiritual y misionera. La UMOFC confía plenamente en que juntos lograremos construir esa Iglesia sinodal con la que el Papa soñó y por ello ha participado y seguirá participando en el proceso de transformación a través de su Escuela de Sinodalidad.
El Santo Padre puso el foco en las periferias, de las cuales tantas mujeres de nuestras organizaciones forman parte y a las que tantas otras muchas apoyan y acompañan. Nos inspiró para fundar y consolidar el Observatorio Mundial de las Mujeres (WWO), al que él mismo le dedicó estas palabras: “les dará pistas para identificar las necesidades y poder así ser ‘samaritanas’, compañeras de viaje, que lleven esperanza y serenidad a los corazones, ayudando, y haciendo que otros ayuden a aliviar tantas necesidades corporales y espirituales de la humanidad”. Y así lo estamos haciendo ya en África, con mujeres víctimas de violencia y discriminación, y en América Latina con mujeres migrantes…
Reconoció y acogió los dones de las mujeres
Francisco reconoció en la mujer la capacidad de generar procesos nuevos, de tender puentes, de sanar heridas. Nuestra expresidenta, María Lía Zervino, le escribía en una carta: “Se trata de servir a la Iglesia con los dones que el Padre Creador nos ha dado: una peculiar inteligencia y sensibilidad, una afectividad y particular capacidad para la gestación y formación de personas y una especial aptitud para la generación de bienes relacionales.” El Papa Francisco supo ver y acoger esos dones, abriéndonos el camino con coraje.
Hoy damos gracias, especialmente, por su trabajo incansable para promover, con la palabra y el ejemplo, el respeto a la dignidad de todas las mujeres e impulsar nuestra plena participación en la Iglesia y en la sociedad. ¡Cuántas veces lo escuchamos afirmar todo lo que valemos y de lo que somos capaces! Tuve la bendición de escucharle en una pequeña audiencia privada en la que, para animarnos a ser valientes, nos compartía anécdotas de su trabajo con mujeres a las que admiraba profundamente. ¡Cómo nos demostró en todo momento su reconocimiento, confianza y aprecio, particularmente con los altos nombramientos de mujeres que hizo en la curia Romana y al permitir a tantas mujeres participar y votar, por primera, vez en el Sínodo! Confiamos en que su deseo, frecuentemente expresado, de que las mujeres integren, junto a los hombres, los equipos de toma de decisiones, deje de ser considerado una excepción y pase a ser algo habitual en la Iglesia.
Duelo que genera nueva vida
Estos días seguimos en duelo por su partida, pero también renovamos el compromiso que él nos inspiró. Sabemos que la mejor manera de honrar su memoria es poner en práctica sus enseñanzas y seguir trabajando, guiadas por el Espíritu Santo y por su sucesor, a favor de una Iglesia sinodal misionera renovada en la que todos caminemos juntos; una Iglesia con un rostro femenino que sea identificada por su ternura, cercanía y misericordia. Seguiremos adelante, caminando juntas como Pueblo de Dios, animadas por su ejemplo, su palabra y su confianza en nosotras.
También rezamos ya, con fe y esperanza, por su sucesor. Confiamos plenamente en que el Espíritu Santo lo iluminará para seguir el camino del Evangelio y para guiar a la Iglesia de todo el mundo consolidando los cambios que se requieran y enriqueciendo a la Iglesia con sus propios dones y carismas en un nuevo Pontificado.
Gracias, Papa Francisco. Gracias por abrir puertas, por animarnos a soñar y a actuar. Gracias por confiar en las mujeres, por valorarnos, por escucharnos. Somos más de 8 millones de mujeres de los cinco continentes que le queremos transmitir todo nuestro cariño y agradecimiento.
Desde la UMOFC, encomendamos su alma a María, nuestra Madre. Que ella, que supo custodiar cada paso de la vida de Jesús, y a la que usted encomendó su vida y su ministerio sacerdotal y episcopal, le reciba ahora en la paz del Padre. ¡Nosotros no nos olvidaremos de rezar por usted!
Descanse en Dios, querido Papa Francisco.
Mónica Santamarina
Presidenta General de la Unión Mundial de Organizaciones Femeninas Católicas (UMOFC)