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Arte y meditación - febrero 2025

Feb 2025

Hans Memling (Selingenstadt c. 1430 - Brujas 1494), Retrato de una anciana, 1470-72, óleo sobre tabla, 35 x 29 cm, París, Museo del Louvre 

Signos de esperanzalos ancianos. 

No es frecuente encontrar en la pintura el retrato de una persona mayor. Hay muchas razones para ello, desde el hecho de que hace siglos, por ejemplo, la media de edad era mucho más baja y, por tanto, había muchos menos ancianos que hoy, o porque se creía que la belleza se desvanecía con la edad y, por tanto, para un arte que tendía a la perfección, el anciano no era un sujeto interesante.

El hermoso retrato que el gran pintor flamenco Hans Memling pintó en la segunda mitad del siglo XV es sin duda un ejemplo interesante que nos dice varias cosas sobre la vejez y la consideración que en aquella época se le podía dar.

Lo primero que me llama la atención es el extremo realismo con que está representada la mujer. El pintor no hace nada por disimular los signos de la edad y, aunque no conocemos su nombre, podemos sin duda imaginar que el pequeño retrato en cuestión fuese realizado para que tal vez lo conservase alguien querido, que de este modo podía también tener un recuerdo visual de la mujer.

Una segunda cosa que llama la atención es la dignidad que el retrato transmite . La mujer viste ropas que sin duda denotan sobriedad (no hay más que ver la elección de colores: blanco, negro, gris y un destello de rojo dado por el cinturón que se deja entrever) pero que también son al mismo tiempo elegantes y refinadas. Nos lo indica, que duda cabe,  la piel que rodea el cuello de forma amplia y que asoma igualmente por los puños de las mangas, pero también la transparencia de la blusa o el aplomo del velo que rodea y oculta por completo el cabello. No sabemos si la mujer es rica, podemos suponer sin embargo que no es pobre,  teniendo en cuenta, entre otras cosas, que podía permitirse pagar a un pintor famoso de la época. Y, sin embargo, no hace ostentación de nada, sólo observamos un sencillo anillo en su dedo índice izquierdo.

Una tercera cosa que me gusta subrayar es la mirada de esta señora anciana, que dirige  mucho más allá del espacio delimitado por el cuadro, aunque esta no se cruce con la de nosotros, espectadores. Es la mirada de alguien que ha recorrido un largo camino (a ello parece aludir el hermoso paisaje que se vislumbra a través de la ventana de la izquierda, con una casa rodeada de vegetación y la curva de una carretera), de alguien que quizá no espera ya mucho de la vida, alguien que afronta con dignidad y serenidad los días que la vida le tiene reservados.

Signos de esperanza merecen los ancianos, que a menudo experimentan soledad y sentimientos de abandono. Valorar el tesoro que son, sus experiencias de vida, la sabiduría que tienen y el aporte que son capaces de ofrecer, es un compromiso para la comunidad cristiana y para la sociedad civil, llamadas a trabajar juntas por la alianza entre las generaciones.

Dirijo un recuerdo particular a los abuelos y a las abuelas, que representan la transmisión de la fe y la sabiduría de la vida a las generaciones más jóvenes. Que sean sostenidos por la gratitud de los hijos y el amor de los nietos, que encuentran en ellos arraigo, comprensión y aliento.

(Francisco, Bula de convocación del Jubileo 2025 Spes non confundit 14)

(Contribución de Vito Pongolini)