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Eugène Delacroix (Charenton-Saint-Maurice 1798 - París 1863), La Libertad guiando al pueblo, 1830, óleo sobre lienzo, 360 x 325 cm, París, Museo del Louvre
Las Virtudes: La Libertad.
El famosísimo cuadro de Eugène Delacroix está basado en un hecho real: en julio de 1830, del 27 al 29, el pueblo de París se rebeló contra el gobierno que el rey Carlos X había instaurado el año anterior. Hicieron barricadas y obligaron al rey a destituir al gobierno, anular las leyes liberticidas que se habían promulgado y, finalmente, a abdicar refugiándose en Inglaterra.
Hay muchos elementos realistas en el cuadro, pero nos llaman especialmente la atención los retratos de los ciudadanos que tomaron las armas y se rebelaron: son personas de todas las edades y clases sociales. A la derecha encontramos a un muchacho armado con pistolas, como si simbolizara el valor y la lucha de los jóvenes contra la injusticia de la monarquía absoluta. A la izquierda, en cambio, vemos claramente a un intelectual burgués con un elegante sombrero de copa en la cabeza y una escopeta en la mano. Luego, en el centro, encontramos a una joven trabajadora arrodillada con un delantal de cuero, que mira llena de esperanza a la figura que se alza en el centro del cuadro. En el fondo, a la derecha, más allá del polvo, se alzan las dos torres medievales de la catedral de Notre-Dame y este detalle sitúa la escena exactamente en París. El dramatismo del momento queda subrayado por los cadáveres: contamos tres, a la izquierda un joven insurgente, a la derecha un coracero y un guardia suizo, que formaban parte de la guardia real.
Pero concentremos ahora nuestra mirada en el centro del cuadro, concretamente en la joven que dirige al pueblo con la tricolor francesa en la mano derecha y un fusil en la izquierda. Es la figura alegórica de la Libertad, con un gorro frigio que recuerda inmediatamente los valores de la revolución de 1789. Lleva los pechos y los pies desnudos, casi como para subrayar que la fuerza de un pueblo que lucha contra la injusticia reside esencialmente en sus convicciones y su valor. Se ha puesto a la cabeza de la insurrección, no tiene miedo y, de hecho, espolea y dirige al pueblo. Sus ropas y sus cabellos son movidos por un viento impetuoso, que no se sabe si se trata del agente atmosférico o más bien algo interior que sale de la propia figura y provoca un movimiento intenso.
La Libertad es, pues, una joven mujer al frente de un pueblo compuesto por varones, y esto también fue en cierto modo una revolución. Se trata de un símbolo, sin duda, pero situado en un contexto concreto en el que tuvo importantes consecuencias y fue capaz no sólo de hacer derogar leyes injustas, ¡sino incluso de hacer abdicar y huir a un rey!
Les escribió en estos términos: “El rey Demetrio saluda a la nación judía…. A todo judío que haya sido llevado cautivo desde Judea a cualquier parte de mi reino, le devuelvo la libertad sin rescate. Queden todos libres de tributo, incluido el de los ganados. (1 Macabeos 10,25;33)
El Espíritu del Señor, Dios, está sobre mí, porque el Señor me ha ungido. Me ha enviado para dar la buena noticia a los pobres, para curar los corazones desgarrados, proclamar la amnistía a los cautivos, y a los prisioneros la libertad. (Isaías 61,1)
Por tanto, esto dice el Señor: Dado que no habéis atendido a mi deseo de que cada cual proclamase la liberación definitiva de su hermano y paisano, ahora voy a proclamar yo —oráculo del Señor— la liberación de la espada, del hambre y de la peste, y voy a convertiros en ejemplo de escarmiento de todos los reinos de la tierra. (Jeremías 34, 17)
Porque la creación, expectante, está aguardando la manifestación de los hijos de Dios; en efecto, la creación fue sometida a la frustración, no por su voluntad, sino por aquel que la sometió, con la esperanza de que la creación misma sería liberada de la esclavitud de la corrupción, para entrar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios. (Romanos 8, 19-21)
Ahora bien, el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, hay libertad. 1Mas todos nosotros, con la cara descubierta, reflejamos la gloria del Señor y nos vamos transformando en su imagen con resplandor creciente, por la acción del Espíritu del Señor. (2 Corintios 3, 17-18)
Pues vosotros, hermanos, habéis sido llamados a la libertad; ahora bien, no utilicéis la libertad como estímulo para la carne; al contrario, sed esclavos unos de otros por amor. Porque toda la ley se cumple en una sola frase, que es: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. (Gálatas 5, 13-14)
Hablad y actuad como quienes van a ser juzgados por una ley de libertad, 13pues el juicio será sin misericordia para quien no practicó la misericordia; la misericordia triunfa sobre el juicio. (Santiago 2, 12-13)
(Contribución de Vito Pongolini)